miércoles, 25 de abril de 2012

LOS ÁRBOLES DE BOGOTÁ HABLAN DE PATRIMONIO


Los árboles de Bogotá hablan de patrimonio

Sandra Higuera Gómez
 Los árboles han atravesado la vida del ser humano tanto en su dimensión emocional como en su cotidianidad.
La palabra árbol está en la primera cartilla educativa para los niños, es el primer dibujo, se encuentra presente en los juegos, en los cuentos y fábulas, en los relatos de los abuelos. A lo largo de la vida tenemos muchos árboles emblemáticos que pueden hacer parte de nuestro patrimonio y eventualmente volverse patrimonio cultural para una comunidad en tanto tenga una carga simbólica poderosa a nivel colectivo. Son fuente inagotable de beneficios ambientales, de memoria y de historias. Un árbol emblemático es aquel que por sus características físicas, su porte, su especie, su adaptación al paisaje urbano, se ha convertido en insignia del territorio y forma parte de la historia.
La evolución de la vida humana ha estado acompañada siempre por la presencia de árboles, siendo estos proveedores de todo tipo de recursos (alimento, abrigo y energía) que han contribuido en gran medida a mejorar la calidad de vida del hombre, haciendo posible el desarrollo de las civilizaciones.
Históricamente a los árboles se les ha dado un carácter mágico y sagrado. “El árbol está en el centro de todas las civilizaciones como metáfora de origen y espejo de lo que somos, convirtiéndose en el elemento primordial del relato mítico” (Ferro Medina 2010). Son considerados como seres vivos dotados de conexiones con el inframundo (Raíces), con el mundo terrenal (tronco y ramas) y con el mundo elevado (copas). Aún en la actualidad se emplean rituales ligados con lo mágico (baños y rituales). Ha sido el símbolo vivo más potente y fundamental de todas las culturas, ubicado en el centro del mundo ritual, de la teología, el mito y el cosmos.
Los árboles han hecho parte de la cotidianidad y de la identidad individual y colectiva de las personas, familias, barrios, instituciones, entre otros desde siempre. Al observar desde una postura crítica que significan los árboles para Bogotá, se puede evidenciar que efectivamente generan vínculos entre estos y sus habitantes, más aún, han sido protagonistas de hechos que han marcado momentos históricos que se evocan en el presente al momento de apreciarlos. El vínculo de los árboles con los ciudadanos está dado por convivencia cotidiana, afectos, vecindad, apropiación, potencia y arraigo al lugar, conciencia ambiental, memoria, identificación, evocación infantil, familiar y rural, recuerdo, alimento espiritual, presencia física en un espacio de la ciudad.
En la actualidad “Sería impensable la ciudad sin los árboles pero, paradójicamente, su continuidad y presencia permanente, así como nuestro acelerado ritmo urbano, han hecho que los dejemos de ver, que los identifiquemos vagamente y que olvidemos sus innumerables aportes a la vida urbana” Gabriel Pardo García-Peña. Director, Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
Es interesante como se puede leer la historia de Bogotá a través de sus árboles, dando cuenta de la forma de entender la ciudad en cada uno de los diferentes momentos. “Cuando se hable de la historia del hombre, necesariamente se debe mencionar los eternos compañeros de su devenir, la tierra, la flora, la fauna y el paisaje”, cita tomada de la Estación del teleférico, Monserrate – Colombia  (Salgado y Alonso s.f.)
De cierta forma se puede decir que la historia de la ciudad está viva a través los árboles que conforman lugares, construyen barrios y generan vínculos identitarios con sus habitantes.
Los Muiscas, antiguos habitantes de la sabana donde hoy se implanta la ciudad de Bogotá manejaban una visión sagrada y mágica de la naturaleza, siendo el Nogal uno de sus árboles sagrados. Por este carácter sagrado, en 1575 el Nogal fue objeto de persecución y talas masivas, a sangre y fuego, ordenadas por los misioneros llegados con la conquista española que vieron en ellos una fuerte competencia con la religión, esta campaña fue tan agresiva que condujo a convertirlos en una especie amenazada. En los últimos años se ha incentivado su siembra en la ciudad.
Por efectos de la entrada de la colonización y con ella de otra cosmogonía, los árboles fueron perdiendo poco a poco su carácter sagrado para adquirir una resignificación funcional.
En estos tiempos los cerros orientales fueron víctima de una tala intensiva debido en primer lugar a que el bosque era considerado “criadero de pestilencias” y posteriormente porque la madera era la principal materia prima empleada para la construcción de las nuevas viviendas. Esta actividad generó una sangrienta guerra entre españoles y muiscas que contribuyó en gran medida con el exterminio de estos últimos.
Con la llegada de los españoles llegaron también nuevas especies de árboles como el Brevo, el Papayuelo, el Durazno y el Manzano,  de estos se extraían sus frutos para producir dulces y acompañar colaciones. Estos productos hoy día hacen parte de la gastronomía típica de la sabana de Bogotá. Aún se conserva la presencia de estos árboles en los jardines de algunas casas de la ciudad.
La arquitectura colonial, desarrollada en las viviendas de la Bogotá de los siglos XVII y XVIII, estaban organizadas a partir de un patio central, empleado para la siembra de estos árboles frutales, además de arbustos, plantas florales, aromáticas y medicinales. Esta arquitectura, en la que cada casa tenía su propio mini bosque, no se requería de parques urbanos, por tener cada casa su parque particular.
El actual centro histórico, conformado por casas coloniales, el eje ambiental y la Quinta de Bolívar, cuentan con una disposición de árboles que evocan la época colonial. Algunas casas aún conservan en sus patios interiores árboles que hablan del modo de vida y jerarquías de aquel entonces. Por otro lado el eje ambiental simboliza el desaparecido río San Francisco, uno de los límites de la ciudad de este momento de la historia.
En los tiempos post independentistas existía una gran preocupación por parte de los nuevos líderes de reforestar la estéril nación que habían recibido; por tal razón para mediados del siglo XIX se inició una campaña de siembra de árboles en la capital tales como el Pimiento Muelle y la conocida Palma de Cera quindiana hoy árbol nacional, presentes en lo que actualmente se conoce como el parque de la independencia.
El árbol pasa entonces de ser un elemento funcional para hacer parte de un proyecto de nación. En 1883, se construyó el primer parque de la ciudad, en conmemoración de los cien años de nacimiento del Libertador; lugar emblemático que estaba ubicado en la séptima con veintiséis, hasta 1957 cuando lo destruyeron para construir los actuales puentes.
Con esta nueva visión de la ciudad se inició un proceso de reinserción de los árboles al espacio público, hecho que va a tomar fuerza en las siguientes décadas.
En 1893 una nueva especie de árbol llegó a Bogotá, se trataba del eucalipto de la variedad E. Globulus importado desde Nueva York por el presidente Murillo Toro. Fue sembrado por los pobladores de la sabana en sus fincas y en los cerros orientales. Al ser una especie foránea tuvo una implicación ecológica grave en el suelo, debido a que sus raíces lo resecan. Ya para 1890, los antiguos bosques que cubrían los cerros orientales habían desaparecido por completo y conformaron la imagen que hoy conocemos.
Los barrios Chicó, Santa Bárbara, el Retiro, Santa Ana y Usaquén donde antiguamente se ubicaban las haciendas que circundaban la ciudad de Bogotá evidencian en la actualidad el paso de éstos árboles foráneos.
En 1931 se llevó a cabo la inauguración del Parque Nacional, este hecho constituyó un acto sin precedentes en favor del medio ambiente y hoy es memoria de este momento; se protegieron algunas quebradas y se plantaron miles de árboles en sus predios. De aquellos días nos han quedado tres especies exóticas: las Araucarias, los Cipreces y las Yuccas; además, especies nativas como la Palma de Cera, el Caucho Tequendama y el Cedro. En la actualidad es una de las zonas verdes más extensas y recordadas por los habitantes.
Durante esta década se construyeron muchos parques urbanos como protagonistas del espacio público, dentro de los que destacamos, los parques del Brasil, Teusaquíllo y San Luis.
Para las décadas de los 50´s, 60´s y 70´s la ciudad sufrió un acelerado proceso de crecimiento, lo cual motivó la construcción informal de viviendas en las laderas de los cerros orientales, lo cual provocó una nueva deforestación en sectores este lugar.
En 1955 se fundó el Jardín Botánico José Celestino Mutis, lo cual muestra un nuevo interés estatal por consolidar la identidad de los habitantes a través de los árboles emblemáticos. Actualmente es un lugar de pedagogía nacional por excelencia, cuenta con árboles nativos y foráneos que se esparcen por la ciudad. 
Entre los años 60´s y 70´s con la construcción de los Parques Distritales por parte del IDRD se introducen nuevos espacios de recreación a la ciudad que generan un nuevo vínculo de consumo entre los árboles y sus habitantes. Esta iniciativa fue la antesala para la construcción de uno de los proyectos más importantes a nivel urbano que mantenían este concepto recreativo, “el parque Simón Bolívar”, construido en los años 80´s en conmemoración al bicentenario del nacimiento del libertador. El parque cuenta con más de 70.000 árboles sembrados. Ofrece paisajes diversos y heterogéneos conformados por: alamedas, setos vivos, variados relieves de colinas, terrazas y zonas planas.
Es a partir de esta época y hasta hoy que los árboles han tomado un carácter paisajístico y ordenador a nivel urbano tomando una gran importancia para la ciudad.
Los  árboles imprimen carácter a los diferentes lugares dentro de la ciudad, se puede decir que “le imprimen personalidad”. Hoy no se pueden pensar los espacios públicos o abiertos de Bogotá sin la presencia de sus árboles, ellos están presentes de forma silenciosa y casi imperceptible, pero muchas veces dan cuenta de eventos importantes ocurridos en cada lugar.
 Por todo lo anterior, al pensar en los árboles que constituyen la ciudad de Bogotá  y los vínculos que existen con sus habitantes se debe pensar en un conjunto de seres vivos que hablan de un patrimonio cultural igualmente vivo y vigente en la actualidad.

BIBLIOGRAFÍA
  
Alcaldía Mayor de Bogotá. Memorias del Foro arborización urbana Bogotá D.C. Bogotá D.C.: Comunicaciones gráficas Leyva, 2000.
Ferro Medina, Germán. Árboles Ciudadanos: En la memoria y en el paisaje cultural de Bogotá. Bogotá D. C.: Impresión Linotipia Bolivar S. en C, 2010.
Molina, Luis Fernando. «Biblioteca Virtual Luis Angel arango.» Biblioteca Virtual Luis Angel arango. 1995. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/faunayflora/arboles/indice.htm (último acceso: 25 de Agosto de 2011).

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