ISLA DE TIERRABOMBA: Lugar en la historia con alta significación cultural
Arq. Sandra Higuera
La isla de Tierrabomba, corregimiento
de Cartagena de Indias, es en la actualidad un territorio que cuenta con un cúmulo
de vestigios tangibles e intangibles que son testimonio de la trayectoria histórica
del Caribe colombiano. Para éste entonces, Cartagena de Indias fue considerada en
el sur del continente americano como la puerta de entrada de los esclavos oriundos
de diferentes poblaciones del continente africano, siendo la isla de
Tierrabomba el primer territorio habitado por estos individuos. En un principio,
debido a que contaba con un relativo aislamiento de ésta con el continente, se convirtió
en una zona ideal para la recuperación de enfermedades y agobios generados por
el viaje trasatlántico sin afectar (contaminar) a la ciudad. Cabe destacar, que
no todos los esclavos que arribaron a la isla la abandonaron para ser vendidos,
algunos de ellos fueron agrupados en poblaciones que apoyaban esta labor de
recuperación de los nuevos esclavos. Posteriormente, las condiciones naturales
de la isla como puerta de entrada a la bahía contribuyeron a que esta población
se estableciera allí formalmente debido a que su mano de obra fue pieza clave
en la construcción de fuertes para la estrategia defensiva de la ciudad de
Cartagena, hoy patrimonio de la humanidad. Con el tiempo, estas poblaciones se
organizaron para iniciar labores productivas.
Una característica general de los
esclavos que arribaron al continente americano fue la diversidad cultural en
cuanto a lengua, cosmogonía, religión, prácticas y oficios, entre otros rasgos,
debido a que pertenecían a diferentes poblaciones del continente africano; esto
los obligó en principio a buscar mecanismos de comunicación para lograr
entenderse entre ellos, tales como los sonidos del tambor y, posteriormente, a
buscar elementos de unificación identitaria y de fusión en sus prácticas
culturales.
Los saberes son el conocimiento
producido a través de la práctica diaria o de la observación comunitaria de los
oficios; este saber se acumula y se perfecciona a través de largos períodos de
tiempo y se transmite de mayores a menores en las rutinas de trabajo y en la
vida diaria, generalmente en forma oral, construyendo así tradiciones y ritos
asociados a estos. La preservación de las técnicas, los oficios y la memoria
histórica que recopila este saber adquirido, son una forma de conservar el
patrimonio intangible de una comunidad (IDEASS América Latina, 2005).
Los hechos históricos asociados a los
inmuebles existentes en la isla tales como los pozos de agua, el destruido
lazareto y la iglesia semi-destruida que se encuentra en el actual
corregimiento de Caño de Loro, el fuerte de San Fernando de Bocachica, la
Batería del Ángel de San Rafael, las ruinas del fuerte de San Fernando de
Bocachica y la hacienda Jesuita – Tejar de San Bernabé –, entre otros vestigios,
y su estrecha relación con las prácticas asociadas a los oficios de la pesca,
la construcción, la culinaria, la agricultura tradicional, la construcción de
navíos, así como también las tradiciones ligadas a la transmisión de los saberes,
son en conjunto, agentes constitutivos de su cultura e hicieron parte de la
construcción de estos inmuebles, los cuales han forjado su identidad,
particularizándo a sus habitantes con respecto a otras comunidades que aunque
surgieron en condiciones similares son diferentes, como en el caso de San
Basilio de Palenque ubicado en el mismo departamento.
Por lo anterior, se propone emplear la
herencia cultural de los habitantes de Tierrabomba como una herramienta que
sirva para dar otra lectura a los
inmuebles históricos que allí existen hoy patrimonio y hacen parte del conjunto
de fortificaciones de Cartagena de Indias hoy de la humanidad desde la mirada
de sus artífices para que sirva como una herramienta de reconocimiento de su
patrimonio cultural consolidando su identidad y promoviendo un desarrollo
social.
<!--[if !supportLists]-->1. <!--[endif]-->DESARROLLO HISTÓRICO
<!--[if !supportLists]-->1.1. <!--[endif]-->Los primeros pobladores
Antiguamente y hasta el siglo XVI, la
isla de Tierrabomba se llamó isla de Codego, en ella gobernaba el cacique de
Carex, perteneciente a la familia lingüística de los Caribes, quien controlaba
la parte sur de la isla (donde hoy se ubica el corregimiento de Bocachica). A
él estaban sometidos el cacique Quiripa, que ejercía su dominio sobre la parte
norte de la isla, el cacique Guacalies, sobre la parte este, y el cacique
Cospique, sobre el poniente (Acosta, 1852).
A la llegada de Pedro de Heredia, la
zona comprendida entre el Cabo de la Vela y la desembocadura del Río Magdalena
estuvo sujeta al continuo desembarco de grupos de españoles que buscaban hacer
comercio con las poblaciones indígenas y sobre todo obtener esclavos para
llevar a las Islas del Caribe, donde la escasez de mano de obra se había
convertido en un serio problema. El cacique Carex fue tomado preso, junto con
el Caron, mohán o hechicero de la tribu; a través de este último, Pedro de
Heredia logró obtener el sometimiento de los otros caciques, quienes le
entregaron más de sesenta mil pesos en oro. Posteriormente Heredia dejó en
libertad al cacique Carex (Acosta, 1852).
Poco tiempo pasó para que toda la
población indígena fuera totalmente reemplazada por negros esclavos traídos de diferentes
poblaciones del continente africano. Desde ese momento un grupo mayoritario de
estos fue usado para las actividades de explotación de las canteras y en una
agricultura básica que reforzara el importante proceso de edificación de las
fortalezas militares que se construirían en la ciudad y en el acceso a la bahía
de Cartagena a modo de estrategia militar en el Caribe, iniciando primero por
Bocagrande y después por Bocachica (Universidad
Politécnica de Valencia, 2003); de la mano con este proceso de repoblamiento en el territorio de Tierrabomba y de la construcción
de fortificaciones militares que consolidó a Cartagena como punto estratégico a
nivel militar, en conjunto con algunas tradiciones africanas traídas por estos
nuevos pobladores, trajo consigo que se forjaran tradiciones culturales
derivadas de estos factores, “se resalta la pericia adquirida en los oficios
complementarios a la obras de construcción y actividades del mar a desdén de
las agrícolas” (Lemaitre, 1986).
<!--[if !supportLists]-->1.2. <!--[endif]-->Consolidación de la población en tiempos de la colonia, del indígena al negro esclavo.
A partir de la fundación de Cartagena
de Indias el acceso a su bahía era por lo que se conoce como Bocagrande, ésta
era una boca de 3 Km ubicada entre la punta de Icacos en el extremo de la
península de la boca y la isla de Tierrabomba. La otra entrada a la bahía era
por Bocachica, un canal estrecho y poco profundo innavegable para embarcaciones
de gran calado.
Fue por esta razón que la estrategia
defensiva de la bahía se concentró en la llamada bahía interior: la Caleta y el
Boquerón, contemporáneos a Hawkins, construidos para defender el surgidero.
Posteriormente en la última década del siglo XVI se comenzaron las obras de
fortificaciones definitivas después de estudiar las condiciones de la bahía. El
primer fuerte erigido fue en de San Matías en la entrada de Bocagrande, el cual
fue reconstruido con mejores materiales en el siglo siguiente. Años más tarde
se construyó la plataforma se Santángel en la orilla opuesta del canal, dejando
completamente resguardada esta boca por el cruce de fuegos de los dos
castillos.
En caso de que los buques lograran
atravesar esta fuerte defensa, fueron construidos dos fuertes más, el fuerte de
Santacruz en la Punta Judío y el antiguo Boquerón.
Para 1631 el fuerte de San Matías
había sido desmantelado y suplido dentro de la estrategia militar por otros
fuertes construidos en las islas de Manga, Manzanillo y en los canales de
acceso al surgidero de las flotas. Por lo anterior, parecía que el problema
defensivo de Cartagena estaba solucionado.
El proceso de la construcción de estos
fuertes generó dos alteraciones
destacadas, una fue la conformación de poblados de negros esclavos en la isla y
la otra fue la alteración del paisaje producida por la desaparición de su
frágil bosque gracias a la extracción intensiva de materiales en los primeros
años para levantar aquellas fortalezas, ya que por la gran cantidad de canteras
e industrias de cal, necesitaban de la leña para alimentar los hornos de cal.
(Lemaitre, 1986).
Cristina Navarrete en su texto “Génesis y
desarrollo de la esclavitud en Colombia siglos XVI y XVII. ” se
refiere a Cartagena como el principal puerto de desembarco de esclavos de la
Nueva Granada en el siglo XVII, e inclusive el principal puerto del sur del
continente; esto explica la naturaleza de tránsito que tomó la ciudad frente a
Barranquilla (pueblo pesquero) o Santa Marta (lugar de contrabando de
esclavos), evidenciada en que la población negra era mucho menor
comparativamente.
Se sabe que la isla de Tierrabomba fue
el principal punto de llegada de los barcos que transportaban esclavos
provenientes del continente africano ya que por su insularidad se aislaba del
continente conservando una conveniente cercanía, siendo el lugar perfecto para
llevar a cabo un tamizaje de los esclavos que se encontraban en mejor estado de
salud para así evitar epidemias que pudieran traer a la ciudad. “En Colombia,
la historiografía muestra cómo los cabildos de negros que en un primer momento
fueron enfermerías en Cartagena de Indias, se convirtieron en ámbitos de
resistencia a la sociedad dominante y en refugios de africanía” (Friedmann, 2000: Pág. 126).
Nina
Friedmann referencia estudios sobre los esclavos que llegaron a
Cartagena entre los siglos XVI al XIX, realizados por Nicolás del Castillo, que
sustentan que los grupos africanos llegados a Cartagena probablemente fueron
originarios de la misma etnia africana ya que no habían mayores diferencias
culturales, se distinguían sus orígenes según la época estudiada; sin embargo,
a la llegada a América su mayor afán era la comunicación, por lo que emplearon
el tambor como medio de recreaciones a partir de su memoria, éste se constituyó
a modo de lengua común.
Esta idea de seguridad se mantuvo
hasta 1640 cuando fortuitamente la nave capitana y dos navío de la Armada
portuguesa naufragaron en la entrada de Bocagrande, este hecho junto con la
barrera de arena acumulada por las corrientes presente en el lugar acabaron por
obstruir el canal. El desvío de las mareas profundizo de forma natural el canal
de Bocachica cuyo fondo era bajo en ese entonces. Este proceso ocurrió tan
rápido, que en dos años la barra había unido a Bocagrande con la isla de Carex
(Tierrabomba) y se podía pasar caminado de punta a punta. (Universidad
Politécnica de Valencia, 2003). Posterior a una obra de dragado realizada en
esta boca, se abrió paso a galeones y naves de gran calado iniciando un fluido
tránsito entre Barú y Bocachica, modificando radicalmente toda la estrategia
defensiva de la bahía de Cartagena.
Surge entonces la necesidad de
fortificar Bocachica, este proyecto defensivo en la Isla de Tierrabomba se
inició con la construcción del fuerte San Luis de Bocachica, el cual
posteriormente fue destruido por un ataque francés a cargo del Barón de
Pointis; a cargo de la defensa estaba Don Sancho Jimeno.
Este fuerte fue reparado y
reconstruido completamente en 1708, la dirección de ésta obra estaba a cargo
del ingeniero Juan de Herrera y Sotomayor. En esta nueva obra se insertó un
refuerzo defensivo que fue la construcción de una pequeña batería llamada San
José (1714-1725) ubicado en un islote enfrentado en ubicación al fuerte de San
Luis.
En Caño de Loro, prosperó la cantera
Nueva del Rey, explotación de la corona, los hornos de Gamboa, las canteras de
Diego de Guerra, en su mayoría explotada por esclavos, que construyeron y
tallaron el castillo de Bocachica.
En ese momento las comunidades de la
isla reciben de la ciudad apoyo por tierra, para construir uno de los más
complejos sistemas defensivos contra los piratas, en donde sobresale la llegada
del Barón de Pointis a finales del siglo XVII y la llegada de la flota inglesa
del Almirante Edward Vernon a mediados del Siglo XVIII, la guerra de
independencia y la toma de la ciudad por Pablo Morillo a principios del siglo
XIX. Este conjunto defensivo construido para la época hace que hoy en día la ciudad
de Cartagena sea patrimonio de la humanidad.
En la primera mitad del siglo XVII,
quiso el azar retomarle su estado original a la isla y para 1741 el canal de
Bocagrande se abre nuevamente. Cuando en la ciudad se esperaba el ataque de
Vernon, Don Blass de Lezo distribuyó sus buques defensivos estratégicamente a
lo largo de la bahía, los marineros del navío del área de Bocagrande abrieron
un canalillo para pasar con bote a la plaza del lado propuesto sin preveer las
consecuencias. Debido a las temporales (corrientes marinas) el boquete se abrió
hasta permitir el paso de galeones de mediano calado; por lo anterior, se debió
elegir entre cerrar la boca o dejarla y cerrar Bocachica, finalmente se tomó la
primera opción.
Tierrabomba queda completamente aislada
de la ciudad ocasionando grandes trastornos a los habitantes de la isla, porque
allí habían prosperado varios de los más grandes tejares de la ciudad, como lo
fue el de San Bernabé de los Jesuitas. Este no solo producía tejas y ladrillos,
sino cal, cerámica y utilería doméstica, siendo una de las principales fábricas
en donde ya existía una buena mano de obra calificada en su mayoría negra y/o
esclava con un saber transmitido por varias generaciones. Con el tiempo, al
desaparecer el tejar de San Bernabé, desapareció también el oficio y el saber
se diluyó hasta su extinción en este lugar.
Comenzaron los intentos de
construcción de un dique o escollera. Estos trabajos fueron llevados a cabo por
Don Antonio de Arévalo en 1778, esta obra se convirtió en una de las más
importantes a nivel ingeniería hidráulica de la colonia hechas en América por
la Corona española.
Para 1749 se posesionó como gobernador
el Mariscal de Campo e ingeniero director de los Reales ejércitos, Don Ignacio
Sala. Su principal interés era mejorar el proyecto defensivo de Cartagena. Uno
de sus primeros actos como gobernador fue enviarle un informe al marqués de la
Ensenada, Ministro de Marina de Fernando VI el estado defensivo de la ciudad
expresando su preocupación por la apertura de la brecha que se formó en
Bocagrande ya que este cambio alteraría todo el sistema defensivo.
Sala, de la mano con el virrey que se
encontraba en Cartagena para aquella época y junto con el ingeniero director
Juan Bautista Mac Evan hicieron un recorrido analítico para generar una
propuesta defensiva del lugar. En este momento surgen diferencias de criterio
entre los dos ingenieros evidenciada en un comunicado posterior que envió Sala
al virrey en donde transmite la propuesta presentada por Mac Evan, pero manifestando
los puntos en los que no estaba de acuerdo.
En su proyecto Mac Evan propone la
construcción del fuerte de San José en lo que para ese entonces era una
batería, por otro lado propone la construcción del fuerte de San Fernando de
Bocachica como a trescientos metros del destruido fuerte de San Luis de
Bocachica.
El gobernador Sala acepta la
construcción del fuerte de San José pero como una combinación de un fuerte
bahía utilizando la infraestructura existente. Allí se proponen las bóvedas
artilladas y el almacén de pólvora.
Para completar la estrategia militar
orientada a dejar desprotegida a la flota invasora, Sala propone la batería de
santa Bárbara en la Punta de Remedia Pobres. Tanto el fuerte-batería de San
José de Bocachica como el fuerte de Santa Bárbara comienzan a construirse en
1751 y se terminan en 1759.
El punto de discordancia entre los dos
ingenieros es en el Fuerte de San Fernando de Bocachica por temas de ubicación
y vulnerabilidad al ataque, Finalmente, en 1752 La Junta de Fortificación y
defensa de Indias autoriza la construcción de San Fernando, pese a las
observaciones del gobernador Sala.
En 1759 se culmina la obra del Fuerte
de San Fernando de Bocachica a cargo del ingeniero director Don Lorenzo de
Solís y de la mano con el nuevo gobernador Antonio de Arévalo con
modificaciones en el diseño original, esta diferencia radicaba básicamente en
alturas para mejorar el poder visual.
Es entre 1771 y 1778 cuando se realiza
la obra de la escollera también de la mano con Don Antonio de Arévalo.
En 1784, una cédula real ordenó a
Caballero y Góngora la reubicación del más grande hospital de leprosos de San
Lázaro, lejos del centro de la ciudad de Cartagena, en La Cantera Vieja, que
más tarde fue conocido como Caño de Loro. En ese momento el hospital era un
conjunto de bohíos de paja que servían como habitaciones a los enfermos. Hacia
finales del siglo XVII y principios del XVIII, ya se había construido el
hospital, donde ya se encontraban la mayoría de enfermos de la Nueva Granada
(Obregón 2002).
Hacia finales del siglo XVIII, había
cerca de 2000 personas negras esclavas con diversidad de oficios, como la
pesca, agricultura y la construcción de barcos de madera de reconocida calidad
en la colonia. Las incesantes obras militares incidían en la permanencia de
militares de oficio, ingenieros militares, oficiales, maestro y alarifes que ayudaron
a la consolidación del oficio de la construcción entre sus pobladores, para
ellos en la isla había actividades prósperas y lucrativas. La población realizaba
actividades complementarias, pero dependía exclusivamente de las actividades
militares, industriales y de salud.
Al finalizar este gran proyecto
defensivo y mientras se mantuvo la navegación de vela, los fuertes construidos
protegieron eficazmente la ciudad de Cartagena.
<!--[if !supportLists]-->1.3. <!--[endif]-->¿Quiénes eran estos nuevos habitantes del territorio?
La cultura de los descendientes de los
africanos en Colombia es una producción local nutrida por las herencias
indígenas, mestizas y españolas.
Nina
Friedmann señala que: “el africano al pisar las costas americanas no
dejó atrás ni sus dioses ni sus sueños, ni los cuentos de sus abuelos, ni las
éticas de su familia y de su comportamiento social” (Friedmann, 2000: Pág. 125). La importancia de
estudiar los orígenes africanos de los esclavos que arribaron a Cartagena y en
particular a la Isla de Tierrabomba obedece a conocer las consecuencias
sociales y culturales generadas por esta trata trasatlántica. “Los nuevos
sistemas culturales de los descendientes de los africanos en América, son
materia prima de las memorias, las aromas, los sentimientos, formas estéticas,
texturas, colores, armonías y otros elementos icónicos de legado africano” (Friedmann, 2000: Pág. 126).
La pregunta que se responde en este trabajo
es quienes eran los africanos que llegaron a Cartagena y de donde venían.
El objetivo de revisar quienes eran
los africanos llegados a América por el puerto de Cartagena es entender los
orígenes de algunas de las características culturales de habitantes de
Tierrabomba antes y durante su trata, para así restituir la historicidad
africana de los orígenes de los afrodescendientes visibilizando sus saberes,
técnicas, oficios que hacían parte de las culturas de quienes llegaron como
esclavos a minas, haciendas, villas y ciudades de este territorio.
Los africanos que arribaron a este
territorio eran originados de tres ecosistemas bien definidos: el
sudanosaheliano, el bosque tropical y la selva ecuatorial húmeda. En cada uno
de estos ecosistemas la población creó formas de adaptación que incluían el
conocimiento de la agricultura de cereales, el dominio de la metalurgia del
hierro y el cobre, la orfebrería, la cría de animales domésticos, el comercio,
la pesca fluvial y marítima, la recolección de crustáceos y la agricultura selvática
de tubérculos, plátano y caña de azúcar.
Para finales del siglo XV y a lo largo
de los siglos XVI, XVII Y XVIII los pueblos europeos obtuvieron valiosos
relatos etnográficos sobre esos pueblos, sus saberes y tecnologías, esta
información sirvió para que los amos rentabilizaran el negocio de la
esclavitud. De la misma forma, los esclavos emplearon esta información para
construir su autonomía.
Entre 1580 y 1592 los portugueses
estaban explotando en yacimiento de oro de Ghana, paralelo a esto los españoles
“descubrieron” los yacimientos de oro en
Nueva Remedios (1590), Zaragoza (1580) y Cáceres (1576) en el Nuevo Reino de
Granada, el conflicto radicaba en que la
mano de obra local (los indígenas) se habían visto reducidos de forma
importante a causa de las guerras, las epidemias y los trabajos forzados, por
lo cual Felipe II se encontraba en una paradoja de tener el oro pero no poderlo
extraer por escases en la mano de obra.
Paralelamente los portugueses ya
habían establecido suficientes contactos en las costas africanas como para
establecer tratos con algunos jefes locales y así deportar masivamente
africanos cautivos hacia América. En vista de este dominio portugués del
territorio africano y junto con la necesidad de España por adquirir mano de obra,
en 1580 Felipe II anexó Portugal a la corona castellana. Mediante esta
estrategia se logró poner al servicio español el saber sobre la navegación
marítima, lo relacionado con el conocimiento de áfrica y de su gente que
poseían los portugueses. Desde ese entonces España logró valerse de sus flotas
de barcos negreros y de su habilidad comercial para lograr deportar a los
africanos hacia América para así explotar el oro del lugar.
Entre 1533 y 1580 arribaron al puerto
de Cartagena los primeros esclavos buscadores de oro, fueron alrededor de 3.000
personas, ellos eran originarios de África Occidental y eran denominados gente
de los ríos de Guinea o Negros de Ley.
A partir de 1580 y hasta 1640,
Cartagena de Indias se convirtió en el principal puerto negrero de toda la
América hispánica. Según estudios de Nicolás del Castillo se puede inferir que
a finales del siglo XVI los esclavos que llegaron a Cartagena eran originarios
de Yolofos.
Posteriormente, los portugueses
orientaron la búsqueda de nuevos esclavos hacia el sur de África hacia la
región del antiguo Reino del Kongo. Por esta razón llegaron a Cartagena Congos,
Monicongos, Anzicos y Angolas. “Según Nicolás del Castillo la gente de Bantú
procedente del Antiguo Kongo fue mayoritaria en Cartagena durante todo el siglo
XVII.
A partir de 1640, la Corona española
perdió control del tráfico negrero debido a la decadencia de la monarquía y la
economía del imperio, a lo que se le añadió la guerra con Portugal, la cual
implicó que España perdiera las fuentes de aproximación a los esclavos en
África.
La crisis fue utilizada por Holanda
para convertirse en una potencia colonial y marítima que controlaba no solo en
tráfico negrero sino el tráfico comercial en general. Entre 1640 y 1662 el
flujo de esclavos destinados a América se paralizó. Esta crisis se agudizó por
la decadencia minera en el Nuevo Reino de Granada. Con ello según Colmenares,
desaparecieron los establecimientos o reales de minas del siglo XVI.
Surgió un nuevo nicho minero ubicado
en el Chocó que generó la necesidad de nueva incursión de esclavos. Es allí que
los terratenientes inician la búsqueda de cómo obtenerlos. Inició entonces el
tráfico ilícito de esclavos que para efectos del arribo al Puerto de Cartagena
eran provenientes principalmente de Curazao.
Para los siglos XVII y XVIII los
africanos eran oriundos de las zonas de Ewés, Akán, Fantis e Ibos, procedentes
de establecimientos holandeses e ingleses.
El periodo comprendido entre 1740 y
1810 se caracterizó por un bajo flujo de tráfico negrero, debido en parte a la
guerra contra Inglaterra que se prolongó hasta 1748, parcando así el fin de la
trata de esclavos.
Los desarrollos tecnológicos,
económicos y culturales de los pueblos de África Occidental que llegaron en
calidad de esclavos a Cartagena de Indias fueron una mano de obra muy
calificada para las tareas a desarrollar en el nuevo reino. Podía ser destinada
selectivamente a la ganadería, a la agricultura o a la minería. Por otra parte,
se genera la hipótesis acerca de cómo estos saberes permanecieron dentro de la
cultura esclava para hacer posible la construcción de la supervivencia y la
autonomía dentro de los estrechos márgenes dejados por el sistema esclavista y
la selva.
La cultura Yolofa predominante en
Cartagena entre los siglos XVI y principios del XVII, los pueblos bantúes
mayoritarios en la primera mitad del siglo XVII y la gente de las zonas de
Ewés, Akán, Fantis e Ibos presentes a mediados del siglo XVII y XVIII trajeron
con ellos conocimientos relativos a la agricultura de cereales, el cultivo de
cacahuates, algodón y plátano, la ganadería de bovinos y la cría de cerdos y
aves de corral, la pesca fluvial y marítima, la recolección de moluscos, la
metalurgia del hierro, del cobre y del oro y el comercio local y a larga distancia.
<!--[if !supportLists]-->2. <!--[endif]-->CONCLUSIONES
La configuración identitaria del
habitante de la isla de Tierrabomba es el resultado de intensos procesos de
transformación generados desde tiempos de la colonización que hablan de una
trayectoria histórica presente en la actualidad en los vestigios tangibles
(bienes inmuebles) e intangibles (prácticas, tradiciones, oficios y saberes) de
éste lugar, los cuales muchas veces son invisibilizados por el deprecio de su
valor; a su vez, este lugar habla de la trayectoria del negro esclavo por América;
Nina Friedmann hace referencia a que la invisibilidad del negro en Colombia
es la negación de la historia de los
africanos y sus descendientes en América.
Arocha y Friedmann citan: “Colombia
tiene una deuda demográfica, económica, medioambiental, social, artística,
deportiva, política con las poblaciones “negras” y es hora de pagarla,
contribuyendo a quitar el velo de invisibilidad que pesa sobre ellas” (Friedmann, 2000); esta investigación
pretende de cierta forma reivindicar el valor de este legado.
La isla de Tierrabomba cuenta con un
conjunto de fortificaciones que fueron construidas entre los siglos XVI al
XVIII que hicieron parte del sistema defensivo de la ciudad de Cartagena hoy
considerada por la UNESCO como patrimonio de humanidad, el contraste está en
reconocer la monumentalidad de estas fortificaciones por sí solas, es que no se
tiene en cuenta cuáles fueron las manos obreras tras ellas.
Por su trayectoria histórica y
particular población (bajo índice de mestizaje), los corregimientos de
Bocachica y Caño de loro pertenecientes a la isla de Tierrabomba son lugares
que hablan de un patrimonio cultural intangible inexplorado y presente en la
memoria de sus habitantes. La historia militar de Cartagena vista a través de los sus artífices no ha sido
contada y es importante reconocerla como parte integral no solo como parte de
la historia de estas patrimoniales construcciones sino un legado que en la
actualidad cobra vigencia a través de sus herederos que son quienes habitan
estos espacios. El riesgo está en perder ese legado por el desconocimiento de su valor patrimonial que ha servido hasta el
presente como cohesor social. “Negros e indios absorbidos en una población
mestiza con metas de blanqueamiento podrían diluirse y eventualmente contribuir
a la desaparición de una diversidad biosocial y a su participación como tal en
el panorama de una identidad nacional animada por la diversidad” (Friedmann, 2000).
Aunque en Colombia a partir de la
Constitución de 1991 que visibiliza las comunidades afrocolombianas como parte
del país existen pocas investigaciones que hablen del legado afrocolombiano de
los negros del Caribe y ninguna que hable del valor de los oficios y saberes
producto de su trayectoria histórica.
Por lo anterior, la es necesario poner
en valor del patrimonio intangible asociado a una trayectoria histórica
afrocaribe que se ubica en un territorio que posee un alto contenido de este
patrimonio. Para tales fines es necesario estudiar su memoria cultural,
prácticas y espacios de cohesión social, oficios y saberes y todos los
elementos que componen su identidad asociados a su patrimonio construido por
medio de un inventario de patrimonio cultural intangible que lo evidencie. Con
base en esta información se deben desarrollar planes que propendan por su
protección y salvaguardia, reforzando así a esta comunidad.
<!--[if !supportLists]-->3. <!--[endif]-->BIBLIOGRAFÍA
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