miércoles, 25 de abril de 2012

ISLA DE TIERRABOMBA: Lugar en la historia con alta significación cultural


ISLA DE TIERRABOMBA: Lugar en la historia con alta significación cultural

Arq. Sandra Higuera


La isla de Tierrabomba, corregimiento de Cartagena de Indias, es en la actualidad un territorio que cuenta con un cúmulo de vestigios tangibles e intangibles que son testimonio de la trayectoria histórica del Caribe colombiano. Para éste entonces, Cartagena de Indias fue considerada en el sur del continente americano como la puerta de entrada de los esclavos oriundos de diferentes poblaciones del continente africano, siendo la isla de Tierrabomba el primer territorio habitado por estos individuos. En un principio, debido a que contaba con un relativo aislamiento de ésta con el continente, se convirtió en una zona ideal para la recuperación de enfermedades y agobios generados por el viaje trasatlántico sin afectar (contaminar) a la ciudad. Cabe destacar, que no todos los esclavos que arribaron a la isla la abandonaron para ser vendidos, algunos de ellos fueron agrupados en poblaciones que apoyaban esta labor de recuperación de los nuevos esclavos. Posteriormente, las condiciones naturales de la isla como puerta de entrada a la bahía contribuyeron a que esta población se estableciera allí formalmente debido a que su mano de obra fue pieza clave en la construcción de fuertes para la estrategia defensiva de la ciudad de Cartagena, hoy patrimonio de la humanidad. Con el tiempo, estas poblaciones se organizaron para iniciar labores productivas.

Una característica general de los esclavos que arribaron al continente americano fue la diversidad cultural en cuanto a lengua, cosmogonía, religión, prácticas y oficios, entre otros rasgos, debido a que pertenecían a diferentes poblaciones del continente africano; esto los obligó en principio a buscar mecanismos de comunicación para lograr entenderse entre ellos, tales como los sonidos del tambor y, posteriormente, a buscar elementos de unificación identitaria y de fusión en sus prácticas culturales.

Los saberes son el conocimiento producido a través de la práctica diaria o de la observación comunitaria de los oficios; este saber se acumula y se perfecciona a través de largos períodos de tiempo y se transmite de mayores a menores en las rutinas de trabajo y en la vida diaria, generalmente en forma oral, construyendo así tradiciones y ritos asociados a estos. La preservación de las técnicas, los oficios y la memoria histórica que recopila este saber adquirido, son una forma de conservar el patrimonio intangible de una comunidad  (IDEASS América Latina, 2005).

Los hechos históricos asociados a los inmuebles existentes en la isla tales como los pozos de agua, el destruido lazareto y la iglesia semi-destruida que se encuentra en el actual corregimiento de Caño de Loro, el fuerte de San Fernando de Bocachica, la Batería del Ángel de San Rafael, las ruinas del fuerte de San Fernando de Bocachica y la hacienda Jesuita – Tejar de San Bernabé –, entre otros vestigios, y su estrecha relación con las prácticas asociadas a los oficios de la pesca, la construcción, la culinaria, la agricultura tradicional, la construcción de navíos, así como también las tradiciones ligadas a la transmisión de los saberes, son en conjunto, agentes constitutivos de su cultura e hicieron parte de la construcción de estos inmuebles, los cuales han forjado su identidad, particularizándo a sus habitantes con respecto a otras comunidades que aunque surgieron en condiciones similares son diferentes, como en el caso de San Basilio de Palenque ubicado en el mismo departamento.

Por lo anterior, se propone emplear la herencia cultural de los habitantes de Tierrabomba como una herramienta que sirva  para dar otra lectura a los inmuebles históricos que allí existen hoy patrimonio y hacen parte del conjunto de fortificaciones de Cartagena de Indias hoy de la humanidad desde la mirada de sus artífices para que sirva como una herramienta de reconocimiento de su patrimonio cultural consolidando su identidad y promoviendo un desarrollo social.

<!--[if !supportLists]-->1.     <!--[endif]-->DESARROLLO HISTÓRICO

<!--[if !supportLists]-->1.1.          <!--[endif]-->Los primeros pobladores


Antiguamente y hasta el siglo XVI, la isla de Tierrabomba se llamó isla de Codego, en ella gobernaba el cacique de Carex, perteneciente a la familia lingüística de los Caribes, quien controlaba la parte sur de la isla (donde hoy se ubica el corregimiento de Bocachica). A él estaban sometidos el cacique Quiripa, que ejercía su dominio sobre la parte norte de la isla, el cacique Guacalies, sobre la parte este, y el cacique Cospique, sobre el poniente  (Acosta, 1852).

A la llegada de Pedro de Heredia, la zona comprendida entre el Cabo de la Vela y la desembocadura del Río Magdalena estuvo sujeta al continuo desembarco de grupos de españoles que buscaban hacer comercio con las poblaciones indígenas y sobre todo obtener esclavos para llevar a las Islas del Caribe, donde la escasez de mano de obra se había convertido en un serio problema. El cacique Carex fue tomado preso, junto con el Caron, mohán o hechicero de la tribu; a través de este último, Pedro de Heredia logró obtener el sometimiento de los otros caciques, quienes le entregaron más de sesenta mil pesos en oro. Posteriormente Heredia dejó en libertad al cacique Carex  (Acosta, 1852).

Poco tiempo pasó para que toda la población indígena fuera totalmente reemplazada por  negros esclavos traídos de diferentes poblaciones del continente africano. Desde ese momento un grupo mayoritario de estos fue usado para las actividades de explotación de las canteras y en una agricultura básica que reforzara el importante proceso de edificación de las fortalezas militares que se construirían en la ciudad y en el acceso a la bahía de Cartagena a modo de estrategia militar en el Caribe, iniciando primero por Bocagrande y después por Bocachica  (Universidad Politécnica de Valencia, 2003); de la mano con este proceso de repoblamiento  en el territorio de Tierrabomba y de la construcción de fortificaciones militares que consolidó a Cartagena como punto estratégico a nivel militar, en conjunto con algunas tradiciones africanas traídas por estos nuevos pobladores, trajo consigo que se forjaran tradiciones culturales derivadas de estos factores, “se resalta la pericia adquirida en los oficios complementarios a la obras de construcción y actividades del mar a desdén de las agrícolas” (Lemaitre, 1986).

<!--[if !supportLists]-->1.2.          <!--[endif]-->Consolidación de la población en tiempos de la colonia, del indígena al negro esclavo.


A partir de la fundación de Cartagena de Indias el acceso a su bahía era por lo que se conoce como Bocagrande, ésta era una boca de 3 Km ubicada entre la punta de Icacos en el extremo de la península de la boca y la isla de Tierrabomba. La otra entrada a la bahía era por Bocachica, un canal estrecho y poco profundo innavegable para embarcaciones de gran calado.

Fue por esta razón que la estrategia defensiva de la bahía se concentró en la llamada bahía interior: la Caleta y el Boquerón, contemporáneos a Hawkins, construidos para defender el surgidero. Posteriormente en la última década del siglo XVI se comenzaron las obras de fortificaciones definitivas después de estudiar las condiciones de la bahía. El primer fuerte erigido fue en de San Matías en la entrada de Bocagrande, el cual fue reconstruido con mejores materiales en el siglo siguiente. Años más tarde se construyó la plataforma se Santángel en la orilla opuesta del canal, dejando completamente resguardada esta boca por el cruce de fuegos de los dos castillos.

En caso de que los buques lograran atravesar esta fuerte defensa, fueron construidos dos fuertes más, el fuerte de Santacruz en la Punta Judío y el antiguo Boquerón.

Para 1631 el fuerte de San Matías había sido desmantelado y suplido dentro de la estrategia militar por otros fuertes construidos en las islas de Manga, Manzanillo y en los canales de acceso al surgidero de las flotas. Por lo anterior, parecía que el problema defensivo de Cartagena estaba solucionado.

El proceso de la construcción de estos fuertes generó dos  alteraciones destacadas, una fue la conformación de poblados de negros esclavos en la isla y la otra fue la alteración del paisaje producida por la desaparición de su frágil bosque gracias a la extracción intensiva de materiales en los primeros años para levantar aquellas fortalezas, ya que por la gran cantidad de canteras e industrias de cal, necesitaban de la leña para alimentar los hornos de cal. (Lemaitre, 1986).

Cristina Navarrete en su texto “Génesis y desarrollo de la esclavitud en Colombia siglos XVI y XVII. ” se refiere a Cartagena como el principal puerto de desembarco de esclavos de la Nueva Granada en el siglo XVII, e inclusive el principal puerto del sur del continente; esto explica la naturaleza de tránsito que tomó la ciudad frente a Barranquilla (pueblo pesquero) o Santa Marta (lugar de contrabando de esclavos), evidenciada en que la población negra era mucho menor comparativamente.

Se sabe que la isla de Tierrabomba fue el principal punto de llegada de los barcos que transportaban esclavos provenientes del continente africano ya que por su insularidad se aislaba del continente conservando una conveniente cercanía, siendo el lugar perfecto para llevar a cabo un tamizaje de los esclavos que se encontraban en mejor estado de salud para así evitar epidemias que pudieran traer a la ciudad. “En Colombia, la historiografía muestra cómo los cabildos de negros que en un primer momento fueron enfermerías en Cartagena de Indias, se convirtieron en ámbitos de resistencia a la sociedad dominante y en refugios de africanía”  (Friedmann, 2000: Pág. 126).

Nina  Friedmann referencia estudios sobre los esclavos que llegaron a Cartagena entre los siglos XVI al XIX, realizados por Nicolás del Castillo, que sustentan que los grupos africanos llegados a Cartagena probablemente fueron originarios de la misma etnia africana ya que no habían mayores diferencias culturales, se distinguían sus orígenes según la época estudiada; sin embargo, a la llegada a América su mayor afán era la comunicación, por lo que emplearon el tambor como medio de recreaciones a partir de su memoria, éste se constituyó a modo de lengua común.

Esta idea de seguridad se mantuvo hasta 1640 cuando fortuitamente la nave capitana y dos navío de la Armada portuguesa naufragaron en la entrada de Bocagrande, este hecho junto con la barrera de arena acumulada por las corrientes presente en el lugar acabaron por obstruir el canal. El desvío de las mareas profundizo de forma natural el canal de Bocachica cuyo fondo era bajo en ese entonces. Este proceso ocurrió tan rápido, que en dos años la barra había unido a Bocagrande con la isla de Carex (Tierrabomba) y se podía pasar caminado de punta a punta. (Universidad Politécnica de Valencia, 2003). Posterior a una obra de dragado realizada en esta boca, se abrió paso a galeones y naves de gran calado iniciando un fluido tránsito entre Barú y Bocachica, modificando radicalmente toda la estrategia defensiva de la bahía de Cartagena.

Surge entonces la necesidad de fortificar Bocachica, este proyecto defensivo en la Isla de Tierrabomba se inició con la construcción del fuerte San Luis de Bocachica, el cual posteriormente fue destruido por un ataque francés a cargo del Barón de Pointis; a cargo de la defensa estaba Don Sancho Jimeno.

Este fuerte fue reparado y reconstruido completamente en 1708, la dirección de ésta obra estaba a cargo del ingeniero Juan de Herrera y Sotomayor. En esta nueva obra se insertó un refuerzo defensivo que fue la construcción de una pequeña batería llamada San José (1714-1725) ubicado en un islote enfrentado en ubicación al fuerte de San Luis.

En Caño de Loro, prosperó la cantera Nueva del Rey, explotación de la corona, los hornos de Gamboa, las canteras de Diego de Guerra, en su mayoría explotada por esclavos, que construyeron y tallaron el castillo de Bocachica.

En ese momento las comunidades de la isla reciben de la ciudad apoyo por tierra, para construir uno de los más complejos sistemas defensivos contra los piratas, en donde sobresale la llegada del Barón de Pointis a finales del siglo XVII y la llegada de la flota inglesa del Almirante Edward Vernon a mediados del Siglo XVIII, la guerra de independencia y la toma de la ciudad por Pablo Morillo a principios del siglo XIX. Este conjunto defensivo construido para la época hace que hoy en día la ciudad de Cartagena sea patrimonio de la humanidad.

En la primera mitad del siglo XVII, quiso el azar retomarle su estado original a la isla y para 1741 el canal de Bocagrande se abre nuevamente. Cuando en la ciudad se esperaba el ataque de Vernon, Don Blass de Lezo distribuyó sus buques defensivos estratégicamente a lo largo de la bahía, los marineros del navío del área de Bocagrande abrieron un canalillo para pasar con bote a la plaza del lado propuesto sin preveer las consecuencias. Debido a las temporales (corrientes marinas) el boquete se abrió hasta permitir el paso de galeones de mediano calado; por lo anterior, se debió elegir entre cerrar la boca o dejarla y cerrar Bocachica, finalmente se tomó la primera opción.

Tierrabomba queda completamente aislada de la ciudad ocasionando grandes trastornos a los habitantes de la isla, porque allí habían prosperado varios de los más grandes tejares de la ciudad, como lo fue el de San Bernabé de los Jesuitas. Este no solo producía tejas y ladrillos, sino cal, cerámica y utilería doméstica, siendo una de las principales fábricas en donde ya existía una buena mano de obra calificada en su mayoría negra y/o esclava con un saber transmitido por varias generaciones. Con el tiempo, al desaparecer el tejar de San Bernabé, desapareció también el oficio y el saber se diluyó hasta su extinción en este lugar.

Comenzaron los intentos de construcción de un dique o escollera. Estos trabajos fueron llevados a cabo por Don Antonio de Arévalo en 1778, esta obra se convirtió en una de las más importantes a nivel ingeniería hidráulica de la colonia hechas en América por la Corona española.

Para 1749 se posesionó como gobernador el Mariscal de Campo e ingeniero director de los Reales ejércitos, Don Ignacio Sala. Su principal interés era mejorar el proyecto defensivo de Cartagena. Uno de sus primeros actos como gobernador fue enviarle un informe al marqués de la Ensenada, Ministro de Marina de Fernando VI el estado defensivo de la ciudad expresando su preocupación por la apertura de la brecha que se formó en Bocagrande ya que este cambio alteraría todo el sistema defensivo.

Sala, de la mano con el virrey que se encontraba en Cartagena para aquella época y junto con el ingeniero director Juan Bautista Mac Evan hicieron un recorrido analítico para generar una propuesta defensiva del lugar. En este momento surgen diferencias de criterio entre los dos ingenieros evidenciada en un comunicado posterior que envió Sala al virrey en donde transmite la propuesta presentada por Mac Evan, pero manifestando los puntos en los que no estaba de acuerdo.

En su proyecto Mac Evan propone la construcción del fuerte de San José en lo que para ese entonces era una batería, por otro lado propone la construcción del fuerte de San Fernando de Bocachica como a trescientos metros del destruido fuerte de San Luis de Bocachica.

El gobernador Sala acepta la construcción del fuerte de San José pero como una combinación de un fuerte bahía utilizando la infraestructura existente. Allí se proponen las bóvedas artilladas y el almacén de pólvora.

Para completar la estrategia militar orientada a dejar desprotegida a la flota invasora, Sala propone la batería de santa Bárbara en la Punta de Remedia Pobres. Tanto el fuerte-batería de San José de Bocachica como el fuerte de Santa Bárbara comienzan a construirse en 1751 y se terminan en 1759.

El punto de discordancia entre los dos ingenieros es en el Fuerte de San Fernando de Bocachica por temas de ubicación y vulnerabilidad al ataque, Finalmente, en 1752 La Junta de Fortificación y defensa de Indias autoriza la construcción de San Fernando, pese a las observaciones del gobernador Sala.

En 1759 se culmina la obra del Fuerte de San Fernando de Bocachica a cargo del ingeniero director Don Lorenzo de Solís y de la mano con el nuevo gobernador Antonio de Arévalo con modificaciones en el diseño original, esta diferencia radicaba básicamente en alturas para mejorar el poder visual.

Es entre 1771 y 1778 cuando se realiza la obra de la escollera también de la mano con Don Antonio de Arévalo.

En 1784, una cédula real ordenó a Caballero y Góngora la reubicación del más grande hospital de leprosos de San Lázaro, lejos del centro de la ciudad de Cartagena, en La Cantera Vieja, que más tarde fue conocido como Caño de Loro. En ese momento el hospital era un conjunto de bohíos de paja que servían como habitaciones a los enfermos. Hacia finales del siglo XVII y principios del XVIII, ya se había construido el hospital, donde ya se encontraban la mayoría de enfermos de la Nueva Granada (Obregón 2002).

Hacia finales del siglo XVIII, había cerca de 2000 personas negras esclavas con diversidad de oficios, como la pesca, agricultura y la construcción de barcos de madera de reconocida calidad en la colonia. Las incesantes obras militares incidían en la permanencia de militares de oficio, ingenieros militares, oficiales, maestro y alarifes que ayudaron a la consolidación del oficio de la construcción entre sus pobladores, para ellos en la isla había actividades prósperas y lucrativas. La población realizaba actividades complementarias, pero dependía exclusivamente de las actividades militares, industriales y de salud.

Al finalizar este gran proyecto defensivo y mientras se mantuvo la navegación de vela, los fuertes construidos protegieron eficazmente la ciudad de Cartagena.

<!--[if !supportLists]-->1.3.          <!--[endif]-->¿Quiénes eran estos nuevos habitantes del territorio?


La cultura de los descendientes de los africanos en Colombia es una producción local nutrida por las herencias indígenas, mestizas y españolas.

Nina  Friedmann señala que: “el africano al pisar las costas americanas no dejó atrás ni sus dioses ni sus sueños, ni los cuentos de sus abuelos, ni las éticas de su familia y de su comportamiento social”  (Friedmann, 2000: Pág. 125). La importancia de estudiar los orígenes africanos de los esclavos que arribaron a Cartagena y en particular a la Isla de Tierrabomba obedece a conocer las consecuencias sociales y culturales generadas por esta trata trasatlántica. “Los nuevos sistemas culturales de los descendientes de los africanos en América, son materia prima de las memorias, las aromas, los sentimientos, formas estéticas, texturas, colores, armonías y otros elementos icónicos de legado africano”  (Friedmann, 2000: Pág. 126).

La pregunta que se responde en este trabajo es quienes eran los africanos que llegaron a Cartagena y de donde venían.

El objetivo de revisar quienes eran los africanos llegados a América por el puerto de Cartagena es entender los orígenes de algunas de las características culturales de habitantes de Tierrabomba antes y durante su trata, para así restituir la historicidad africana de los orígenes de los afrodescendientes visibilizando sus saberes, técnicas, oficios que hacían parte de las culturas de quienes llegaron como esclavos a minas, haciendas, villas y ciudades de este territorio.

Los africanos que arribaron a este territorio eran originados de tres ecosistemas bien definidos: el sudanosaheliano, el bosque tropical y la selva ecuatorial húmeda. En cada uno de estos ecosistemas la población creó formas de adaptación que incluían el conocimiento de la agricultura de cereales, el dominio de la metalurgia del hierro y el cobre, la orfebrería, la cría de animales domésticos, el comercio, la pesca fluvial y marítima, la recolección de crustáceos y la agricultura selvática de tubérculos, plátano y caña de azúcar.

Para finales del siglo XV y a lo largo de los siglos XVI, XVII Y XVIII los pueblos europeos obtuvieron valiosos relatos etnográficos sobre esos pueblos, sus saberes y tecnologías, esta información sirvió para que los amos rentabilizaran el negocio de la esclavitud. De la misma forma, los esclavos emplearon esta información para construir su autonomía.

Entre 1580 y 1592 los portugueses estaban explotando en yacimiento de oro de Ghana, paralelo a esto los españoles “descubrieron” los yacimientos de  oro en Nueva Remedios (1590), Zaragoza (1580) y Cáceres (1576) en el Nuevo Reino de Granada, el conflicto radicaba en que  la mano de obra local (los indígenas) se habían visto reducidos de forma importante a causa de las guerras, las epidemias y los trabajos forzados, por lo cual Felipe II se encontraba en una paradoja de tener el oro pero no poderlo extraer por escases en la mano de obra.

Paralelamente los portugueses ya habían establecido suficientes contactos en las costas africanas como para establecer tratos con algunos jefes locales y así deportar masivamente africanos cautivos hacia América. En vista de este dominio portugués del territorio africano y junto con la necesidad de España por adquirir mano de obra, en 1580 Felipe II anexó Portugal a la corona castellana. Mediante esta estrategia se logró poner al servicio español el saber sobre la navegación marítima, lo relacionado con el conocimiento de áfrica y de su gente que poseían los portugueses. Desde ese entonces España logró valerse de sus flotas de barcos negreros y de su habilidad comercial para lograr deportar a los africanos hacia América para así explotar el oro del lugar.

Entre 1533 y 1580 arribaron al puerto de Cartagena los primeros esclavos buscadores de oro, fueron alrededor de 3.000 personas, ellos eran originarios de África Occidental y eran denominados gente de los ríos de Guinea o Negros de Ley.

A partir de 1580 y hasta 1640, Cartagena de Indias se convirtió en el principal puerto negrero de toda la América hispánica. Según estudios de Nicolás del Castillo se puede inferir que a finales del siglo XVI los esclavos que llegaron a Cartagena eran originarios de Yolofos.

Posteriormente, los portugueses orientaron la búsqueda de nuevos esclavos hacia el sur de África hacia la región del antiguo Reino del Kongo. Por esta razón llegaron a Cartagena Congos, Monicongos, Anzicos y Angolas. “Según Nicolás del Castillo la gente de Bantú procedente del Antiguo Kongo fue mayoritaria en Cartagena durante todo el siglo XVII.

A partir de 1640, la Corona española perdió control del tráfico negrero debido a la decadencia de la monarquía y la economía del imperio, a lo que se le añadió la guerra con Portugal, la cual implicó que España perdiera las fuentes de aproximación a los esclavos en África.

La crisis fue utilizada por Holanda para convertirse en una potencia colonial y marítima que controlaba no solo en tráfico negrero sino el tráfico comercial en general. Entre 1640 y 1662 el flujo de esclavos destinados a América se paralizó. Esta crisis se agudizó por la decadencia minera en el Nuevo Reino de Granada. Con ello según Colmenares, desaparecieron los establecimientos o reales de minas del siglo XVI.

Surgió un nuevo nicho minero ubicado en el Chocó que generó la necesidad de nueva incursión de esclavos. Es allí que los terratenientes inician la búsqueda de cómo obtenerlos. Inició entonces el tráfico ilícito de esclavos que para efectos del arribo al Puerto de Cartagena eran provenientes principalmente de Curazao.

Para los siglos XVII y XVIII los africanos eran oriundos de las zonas de Ewés, Akán, Fantis e Ibos, procedentes de establecimientos holandeses e ingleses.

El periodo comprendido entre 1740 y 1810 se caracterizó por un bajo flujo de tráfico negrero, debido en parte a la guerra contra Inglaterra que se prolongó hasta 1748, parcando así el fin de la trata de esclavos.

Los desarrollos tecnológicos, económicos y culturales de los pueblos de África Occidental que llegaron en calidad de esclavos a Cartagena de Indias fueron una mano de obra muy calificada para las tareas a desarrollar en el nuevo reino. Podía ser destinada selectivamente a la ganadería, a la agricultura o a la minería. Por otra parte, se genera la hipótesis acerca de cómo estos saberes permanecieron dentro de la cultura esclava para hacer posible la construcción de la supervivencia y la autonomía dentro de los estrechos márgenes dejados por el sistema esclavista y la selva.

La cultura Yolofa predominante en Cartagena entre los siglos XVI y principios del XVII, los pueblos bantúes mayoritarios en la primera mitad del siglo XVII y la gente de las zonas de Ewés, Akán, Fantis e Ibos presentes a mediados del siglo XVII y XVIII trajeron con ellos conocimientos relativos a la agricultura de cereales, el cultivo de cacahuates, algodón y plátano, la ganadería de bovinos y la cría de cerdos y aves de corral, la pesca fluvial y marítima, la recolección de moluscos, la metalurgia del hierro, del cobre y del oro y el comercio local y a larga distancia.

<!--[if !supportLists]-->2.     <!--[endif]-->CONCLUSIONES


La configuración identitaria del habitante de la isla de Tierrabomba es el resultado de intensos procesos de transformación generados desde tiempos de la colonización que hablan de una trayectoria histórica presente en la actualidad en los vestigios tangibles (bienes inmuebles) e intangibles (prácticas, tradiciones, oficios y saberes) de éste lugar, los cuales muchas veces son invisibilizados por el deprecio de su valor; a su vez, este lugar habla de la trayectoria del negro esclavo por América; Nina Friedmann hace referencia a que la invisibilidad del negro en Colombia es  la negación de la historia de los africanos y sus descendientes en América.

Arocha y Friedmann citan: “Colombia tiene una deuda demográfica, económica, medioambiental, social, artística, deportiva, política con las poblaciones “negras” y es hora de pagarla, contribuyendo a quitar el velo de invisibilidad que pesa sobre ellas”  (Friedmann, 2000); esta investigación pretende de cierta forma reivindicar el valor de este legado.

La isla de Tierrabomba cuenta con un conjunto de fortificaciones que fueron construidas entre los siglos XVI al XVIII que hicieron parte del sistema defensivo de la ciudad de Cartagena hoy considerada por la UNESCO como patrimonio de humanidad, el contraste está en reconocer la monumentalidad de estas fortificaciones por sí solas, es que no se tiene en cuenta cuáles fueron las manos obreras tras ellas.

Por su trayectoria histórica y particular población (bajo índice de mestizaje), los corregimientos de Bocachica y Caño de loro pertenecientes a la isla de Tierrabomba son lugares que hablan de un patrimonio cultural intangible inexplorado y presente en la memoria de sus habitantes. La historia militar de Cartagena  vista a través de los sus artífices no ha sido contada y es importante reconocerla como parte integral no solo como parte de la historia de estas patrimoniales construcciones sino un legado que en la actualidad cobra vigencia a través de sus herederos que son quienes habitan estos espacios. El riesgo está en perder ese legado por el desconocimiento de  su valor patrimonial que ha servido hasta el presente como cohesor social. “Negros e indios absorbidos en una población mestiza con metas de blanqueamiento podrían diluirse y eventualmente contribuir a la desaparición de una diversidad biosocial y a su participación como tal en el panorama de una identidad nacional animada por la diversidad”  (Friedmann, 2000).

Aunque en Colombia a partir de la Constitución de 1991 que visibiliza las comunidades afrocolombianas como parte del país existen pocas investigaciones que hablen del legado afrocolombiano de los negros del Caribe y ninguna que hable del valor de los oficios y saberes producto de su trayectoria histórica.

Por lo anterior, la es necesario poner en valor del patrimonio intangible asociado a una trayectoria histórica afrocaribe que se ubica en un territorio que posee un alto contenido de este patrimonio. Para tales fines es necesario estudiar su memoria cultural, prácticas y espacios de cohesión social, oficios y saberes y todos los elementos que componen su identidad asociados a su patrimonio construido por medio de un inventario de patrimonio cultural intangible que lo evidencie. Con base en esta información se deben desarrollar planes que propendan por su protección y salvaguardia, reforzando así a esta comunidad.

<!--[if !supportLists]-->3.     <!--[endif]-->BIBLIOGRAFÍA

Acosta, J. Biblioteca virtual Luis Angel Arango. Recuperado el 2011 de Agosto de 24, de Biblioteca virtual Luis Angel Arango: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/compendi/cap6ct.htm (1852).

Borja Moreno, Maria del Pilar. «Un gigante perdido y olvidado.» Dominical: Vanguardia Liberal, nº 1361 (Jum 1997): 4-5.

Castillo Mathieu, Nicolas Del. Esclavos en Cartagena y sus aportes léxicos. Bogotá: Instituto Caro yCuervo, 1982.

Cunin, E. (2003). Identidades a flor de piel. Lo “negro” entre apariencias y pertenencias: categorías raciales y mestizaje en Cartagena. Bogotá: AFRO Editores e impresores Ltda.

Friedmann, N. (2000). Geografía humana de Colombia, variación biológica y cultural en Colombia. Bogotá: Editora Guadalupe Ltda.

IDEASS América Latina. (2005). Universidad de los oficios, para valorizar los saberes y la identidad cultural. Recuperado el 03 de Septiembre de 2011, de Ideasonline.org: http://www.ideassonline.org/public/pdf/br_44_103.pdf

Universidad Politécnica de Valencia. Forum UNESCO. II Taller internacional del fortificaciones. Investigación del fuerte de San Fernando de Bocachica: una visión integral. Cartagena de Indias: Editorial de la UPV. (2003)

Zúñiga Ángel, Gonzalo. San Luis de Bocachica un gigante olvidado en la historia colonial. Cartagena: Cartagena de Indias: Punto Centro Forum 1997, 1997.

La conformación de lugar en la cultura Tairona. “Ciudad Perdida”, El lugar donde la naturaleza se hizo urbanismo.


La conformación de lugar en la cultura Tairona. “Ciudad Perdida”, El lugar donde la naturaleza se hizo urbanismo.

Arq. Sandra Higuera

1.       INTRODUCCIÓN

La cultura Precolombina Tairona, que se ubicó en lo que hoy conocemos como la Sierra Nevada de Santa Marta, ha sido sin duda una de las más reconocidas en la actualidad debido a que los vestigios físicos trascendieron a través del tiempo y aún permanecen como testimonio, de cierta forma, de la manera como estos habitantes entendieron el territorio, analizándolo y adaptándose a él para vivir, supliendo las necesidades inherentes al ser humano de habitar, celebrar, alimentarse, relacionarse, trabajar, entre otros aspectos.
De la gran cantidad de vestigios arqueológicos encontrados a lo largo y ancho de todo el territorio de la Sierra Nevada, como huella de ésta cultura, destaca entre otros, el conjunto urbanístico de Ciudad Perdida, ubicado en el filo de la montaña, cercano al nacimiento del río Buritaca, éste es, uno de los asentamientos humanos precolombinos mejor conservado de todo el territorio colombiano que ha servido (y aún es objeto de investigación) para entender cómo era la forma de entender el territorio y cuáles eran sus criterios de implantación. En la Arquitectura es donde la cultura se manifiesta como una síntesis del acontecer del hombre y la sociedad; de sus organizaciones, relaciones y jerarquías registradas en su espacialidad; de la ciencia y la tecnología con sus logros y avances, proponiendo sistemas constructivos progresivamente más eficientes. Es también el lugar de la poesía, donde las formas buscan expresar sus valores, principios y creencias que la rigen. La arquitectura como arte es un contenedor de cultura, es la materialización de lo mejor o peor de sus evidencias, el ritual de sus aquelarres, la evidencia de sus fortalezas y debilidades, de sus aciertos y contradicciones; de su pantomima (entendida como «la representación por figura y gestos sin que intervengan palabras») construida a partir de sus propios signos y símbolos que conformar un sistema, un lenguaje que permite transmitir sus contenidos cuando se está atento a sus intenciones” (Cruz, 2008).
El valor de reconocer Ciudad Perdida como un complejo urbanístico precolombino complejo e importante que responde a las necesidades vitales de los habitantes de ese momento y de forma respetuosa con el lugar, es también una forma de reconocer quiénes éramos, como parte constitutiva de nuestra identidad colombiana, haciéndola parte de nuestra memoria oficial de nación, el objetivo central de esta investigación es reconocer este conjunto de una forma más amplia para tal fin.

2.       LOS TAIRONAS

Fueron una comunidad de filiación chibcha. Su origen aún no se encuentra muy claro; se sostienen teorías sobre su relación con mesoamérica y sus remotos orígenes ligados a ésta cultura. Su similitud con la cultura Maya, sobre todo en el ámbito de la cerámica y la orfebrería, hacen pensar que efectivamente estos fueron sus grandes orígenes y luego de acontecimientos relevantes en su historia emigraron a territorio colombiano para mezclarse con las familias autóctonas, formando así una nueva cultura “Los  Taironas”.
Habitaron las zonas bajas y medias de la parte norte y suroccidental de la Sierra Nevada de Santa Marta, ésta es la montaña litoral más alta del mundo ya que en 48 Km masa del nivel 0 y hasta el 5.775 msnm, por esta razón cuenta con una variedad de climas que permite dar usos específicos según esta característica. Se encuentran todos los pisos térmicos del sistema montañoso tropical.. Se caracterizaban por ser una población densa y de carácter urbano. Se han encontrado vestigios de más de doscientos asentamientos humanos en un territorio relativamente pequeño. Lo que lleva a analizar su comportamiento urbano. Estas poblaciones se implantaron en el territorio desafiando la topografía, sobre terrazas artificiales con sistemas de canalización de las aguas y drenajes articuladas por caminos, estos últimos de gran importancia para el desarrollo del intercambio comercial.
Su economía estuvo sustentada en cultivos de maíz, productos de alfarería y orfebrería, productos extraídos del mar, así como también la gran variedad de productos cultivados en estas tierras dados por la variedad de climas. Los agricultores de maíz y los pescadores desarrollaron una amplia red de caminos empedrados que comunicaban a todos los asentamientos para facilitar así la comunicación y el intercambio, comunicaban a todo su “país”. Tenían una arquitectura bastante elaborada en cuanto a la planeación urbana (basada en el intercambio de productos). Sus pueblos estaban ubicados siempre en laderas de montañas, con magníficos muros de contención (que facilitaban los asentamientos), canales de desagüe abiertos y subterráneos, terrazas artificiales, espacios de uso público y plazas ceremoniales.
Sus sistemas agrícolas los llevaron a utilizar sistemas eficaces de canales de riego en las zonas secas. Cabe resaltar que nunca establecieron desequilibrios con el entorno natural, tal es así que en el momento de la conquista, cuando ellos abandonaron el territorio de inicial asentamiento, las características naturales de la selva volvieron a ser las mismas.
A la llegada de los conquistadores los Taironas se hallaban en proceso de integración política, aunque todavía débil e insipiente. Se desarrollaron dos grupos predominantes: 1. los Betoma o Bonda, asentados al occidente de las serranías de Santa Marta (zona plana y costera), y 2. los Tairona o Pocigueica asentados principalmente al oriente, en los valles de los ríos Buritaca, Don Diego y Palomino (estribaciones de los ríos mencionados). La dificultad del territorio montañoso  retrasó en gran parte la integración política.
Se puede decir que ésta cultura tubo un claro carácter militarista, por defender su territorio de invasores y colonizadores. Aunque esta característica fue determinante en la época de la conquista para defender aguerridamente su cultura y territorio, finalmente, después de un siglo, la culturas precolombinas cayeron ante el yugo español, atacando no solo con violencia física, sino también por la distorsión de sus creencias, satanizando sus símbolos y haciendo público su supuesta herejía y maldad. Los Cogí, Ijaka y Sanká son descendientes directos de ésta cultura, son éstos grupos los que conservan algo de sus costumbres religiosas, importantes para entender cómo funcionaba esta comunidad.
Los Taironas aprovecharon los diversos entornos ecológicos para adjudicar usos y funciones dentro de su sociedad a cada uno de los sitios, entendiendo las necesidades y aprovechando de forma sostenible los recursos que le proveía el territorio. En éste caso puntual se entendió el SENTIDO VERTICAL del terreno, desde el nivel del mar y hasta los climas templados.  Según el uso determinado del terreno se adjudicaban los oficios que se desarrollaban. Según la producción los oficios se dividían en: pescadores (en las estribaciones de los ríos y en el mar), productores de sal y minerales (en el mar), agricultores (de ladera) y sacerdotes ceremoniales (en las lagunas y cumbres de la sierra, que eran sitios considerados sagrados para los Taironas).
Para resumir se puede decir que ésta cultura se caracterizaba por:
    • Cultura urbana importante
    • Avanzadas técnicas agrícolas
    • Elaboración de cerámica depurada
    • Elaboración de orfebrería depurada
    • Poca consolidación política

3.       CIUDAD PERDIDA – “TEYUNA”

3.1.1.        Generalidades

Ciudad Perdida hace parte de un conjunto de asentamientos humanos más amplio ubicados en todo el territorio de la Sierra Nevada de Santa Marta, haciendo parte de la evidencia que se conoce de la cultura precolombina Tairona, siendo este conjunto urbano en la actualidad, el vestigio más evidente de su historia ya que describe físicamente características específicas que la definen y delimitan territorial y culturalmente. Fue un asentamiento descubierto en 1976 por un grupo de arqueólogos liderados por Francisco Rey. Este asentamiento está ubicado en la cabecera del río Buritaca, ubicada sobre el filo y las laderas de un ramal del Cerro Corea, desde donde se domina visualmente el valle del alto Buritaca; este hallazgo fue el número 200 de estos estudios, por lo que en un principio se le conoció con el nombre de “Buritaca 200”.
Cada cultura se asienta en el territorio de acuerdo a su desarrollo tecnológico y a su organización social. El clima, relieve y aguas son los tres determinantes naturales con los que se enfrentaron los Taironas al  momento de habitar la Sierra Nevada de Santa Marta, apropiando y transformando los elementos naturales y añadiendo respuestas de diseño que afectan al paisaje, integrándose a éste con su mismo lenguaje. Su topografía está compuesta por filos angostos y pendientes, algunas planadas escalonadas y laderas, algunas con pendientes negativas de más de 45° con caída a las quebradas, por lo anterior, este territorio se caracteriza por tener una visual limitada. Implantar la ciudad en este territorio implicó intervenir las pendientes en áreas planas para generar terrazas en donde se desarrollaría la ciudad. Las pocas áreas naturalmente planas no eran utilizadas para la vivienda sino para el cultivo. Las laderas extremas fueron seguramente reservadas como áreas de bosque. Por lo anterior, los filos se convierten en los lugares óptimos para asentarse.
Los principales rasgos de la arquitectura del centro urbano son: terrazas, sitios de habitación, muros de contención, caminos, escaleras, puentes, canales, alcantarillados, cuevas naturales, basureros, pórticos, columnas y estelas.
Dentro del perímetro del asentamiento existen cuatro grandes zonas libres que con pendientes extremas donde probablemente existieron arboladas frutales y de madera y parece ser que hubo sectores asignados como áreas para hacer sus necesidades fisiológicas.
En Ciudad Perdida se identificaron las siguientes categorías de estructuras: Terrazas y muros de contención (elementos constructivos de la terraza), sitios de habitación (anillos en piedra), caminos (clasificados en tres tipos por rangos de anchura), canales (desagües de aguas lluvias) y escaleras (clasificadas en tres tipos). Cualquier edificación u objeto además de cumplir una función práctica tenía una función simbólica, determinada por los aspectos sociales y culturales de su uso. La base de la función simbólica estaba dada por los elementos estéticos que a través de la percepción caracterizan un lugar de significado,  (Identificación del usuario con el producto durante el uso).
La construcción de terrazas en este conjunto urbano obedeció a la topografía del lugar, desarrollándose de forma orgánica con el relieve, utilizando como materiales de construcción los mismos elementos que la constituyen: la tierra y la piedra. Los ríos y quebradas constituyeron un eje pero también una barrera por los grandes caudales y corrientes generados por el alto nivel de pluviosidad, esta característica va a representar un riesgo natural para los cultivos de esta zona. Las estructuras líticas de ciudad perdida estaban diferenciadas por dos aspectos, su implantación (solución constructiva formal) y su técnica en la elaboración de acabados (tallado y pulido de elementos líticos).
La estructura urbana de ciudad perdida es reflejo de lo que fue su estructura social en cuanto a funciones y jerarquías y se rige por las mismas leyes de la sociedad a la que pertenece.

3.1.2.        LA TERRAZA: Unidad básica de Ciudad Perdida

3.1.2.1.       La terraza

La terraza es la unidad constructiva básica de todo el conjunto urbano de Ciudad Perdida, se puede considerar como la unidad mínima de información para el análisis de este asentamiento, se clasificaron según su uso en dos categorías: los basamentos o anillos que seguramente fueron espacios techados y los elementos funcionales (su acceso era por medio de peldaños en piedra) o áreas libres se la terraza.
Las terrazas en general poseían una geometría circular en planta y eran constituidas por un muro de contención, ubicadas sobre la misma curva de nivel, a partir de su consecución sostienen el muro de la terraza anterior. Su conjunto genera en sí un muro de contención. El tratamiento de la piedra que componía el muro no es homogéneo, se identificaron tres acabados: muros de sillares muy pulidos, y muros de bloques burdos. Tuvieron diferencias entre sí en varios aspectos: El tratamiento en las superficies de las terrazas fueron diferentes en cuanto a técnicas de acabados de pisos ya que hay desniveles con escaleras y áreas enlosadas con lajas de piedra. En cuanto a volumen, algunas terrazas conservaban un solo nivel, otras, tenían formas complejas y varios niveles.
A lo largo del filo de la montaña se desarrollan escalonadamente hasta desaparecer  en las grandes pendientes, terrazas monumentales ordenadas por un camino-eje único, al finalizar la disposición de las terrazas el eje único sigue su trayectoria, conservando su jerarquía constructiva tanto en acabados como en el ancho de la vía.
Ya en la zona de ladera aparecen terrazas amplias con muros bajos, se evidencia variedad en sus acabados  de piso y densificación, señalando jerarquías de espacios diferentes. A lo largo de la ladera aparecen varias terrazas que se pueden denominar sectores, en ciudad perdida se detectaron 10 terrazas que por su análisis parece ser que tuvieron usos diferentes. Cada terraza tiene su centro, en el área de asentamiento existen 10 fuentes de agua articuladas al sistema urbano por medio de caminos que conforman un acueducto natural. Las quebradas, ríos y caños se integran al tejido urbano.
Debido a las características físicas del suelo del sector (terrenos gredosos) se vio la necesidad de construir caminos de circulación peatonal. En su trazado se tomó en cuenta también el control de aguas pues recogen, canalizan y desaceleran el agua de las terrazas y por ciertos giros desaguan en partes de su recorrido. Este manejo evita la erosión, desacelera la fuerza del Agua y lava las áreas verdes y las terrazas.
Las terrazas se conectan por medio de un sistema de caminos de pasos en piedra jerarquizados según su tamaño y técnica en el acabado que generaban el acceso a la ciudad. Su circulación fue peatonal con paso de una persona a la vez. Como marca de decisión en los cruces de camino se dispusieron hitos de referencia reconocidos por la comunidad (Ej. Piedra del Sapo).
Además de las terrazas y caminos, el conjunto urbano cuenta con áreas no construidas que probablemente fueron “áreas verdes” para cultivos o arboledas.

3.1.2.2.       Los cimientos

Al igual que las terrazas, los anillos van a ser parte fundamental para la conformación de la ciudad perdida. Con base en investigaciones arqueológicas se ha podido concluir que los anillos son los cimientos de las antiguas construcciones, conformadas sobre el nivel de las terrazas, por medio de plataformas circulares elaboradas con el mismo material de las terrazas, contenida con un muro de piedra al que se le llamó propiamente anillo. A lo largo del perímetro del anillo se observan diferentes manejos en los pulidos y acabados de las piedras, lo que lleva a pensar que además de una función práctica cumple una función simbólica en cuanto a expresión de status y/o algún significado particular.
Los anillos cumplieron varias funciones: como viga de amarre para la conformación de las plataformas, como aislamiento natural de la humedad por su elevación, generación natural de drenajes. Alrededor del anillo se construyeron drenajes específicos que sirvieron para recoger y canalizar las aguas lluvias.

3.1.2.3.       Tipos de terrazas por uso

Se identificaron diferentes tipos de terrazas, estas son:
    • Anillos circulares: el 93% de estos basamentos obedece a un área que oscila entre los de 6 M2 y los 200 M2, presentan diferencias en cuanto a su orientación, elaboración y formas de acceso.
    • Anillos semicirculares: aparecen 4 en todo el conjunto urbano, sus áreas están por el orden de los 40 M2, distribuidos en diferentes sectores.
    • Anillos ovales: hay cinco anillos ovales, sus áreas están entre los 18 a los 35 M2. distribuidos en diferentes sectores.
    • Anillos irregulares: Hay 2 y se encuentran ubicados en el eje central de los recorridos. Las áreas son de 82 y 242 M2.
    • Anillo cuadrado: existe un único anillo cuadrado,  con un área de 21 M2, se encuentra ubicado en el sector norte.


Con base en el análisis de estas características de formas y cruzándolo con los vestigios de construcciones que pudieron existir este estudio catalogó una posible delimitación en cuanto a usos así:
    • Los anillos redondos con un diámetro máximo de 9 mts fueron empleados para conjuntos de vivienda, se plantea la hipótesis de que los anillos que manejan un diámetro entre 4 y 8 mts pudieron haberse empleado como terrazas para una sola vivienda, estableciendo así jerarquías dentro del complejo urbano
    • Los anillos mayores a 9 mts de diámetro eran destinados para usos ceremoniales y políticos, seguramente fueron los sitios de reunión pública
    • Se concluye que los anillos menores a 4 m2 (muñequeros) eran lugares de reclusión, ya sea para castigo o para iniciación
    • Se concluye que los anillos semicirculares sirvieron como espacios de almacenamiento
    • Sobre los anillos ovales no se ha sacado ninguna conclusión, la hipótesis planteada es que también funcionaron como un espacio destinado a la vivienda
    • Con respecto a los anillos rectangulares se concluye por su ubicación y por datos recogidos de los cronistas que tuvo un uso público – ceremonial, aquí se dejaban las ofrendas para los dioses
    • Sobre los dos únicos anillos irregulares no se ha sacado ninguna conclusión, la hipótesis planteada que fueron sitios de trabajos comunales asociados al agua, ya que ambos están ubicados al lado de la quebrada central

En la disposición de los sitios de habitación se evidencia así: Un anillo en piedra que conforma los cimientos de la casa. Dos accesos diametralmente opuestos construidos por dos o tres lajas planas escalonadas, para subir al nivel de la casa que se encuentra elevado. En una terraza se pueden encontrar restos de una y hasta cinco casas, dependiendo de su área. La complejidad de esta construcción determinaba la jerarquía social.
Según estudios realizados, parece ser que las casas eran construidas en estructura de madera y con techos en plama o paja. Los cerrmientos pudieron haber sido en bareque, madera o cortezas como lo hacen actualmente los indígenas de ésta región.

3.1.2.4.       Caminos


El sistema de circulación en Ciudad Perdida es complejo, conformado por una red de caminos empedrados que comunican todas las terrazas, los grupos de terrazas y los asentamientos con su exterior. En cuanto a las circulaciones que llegan a las terrazas se catalogan en dos tipos, terrazas abiertas o terrazas cerradas, siendo las abiertas las que son afectadas por una o varias circulaciones las atraviesan o cerradas en las que la circulación llega específicamente a esa terraza y encuentra en ella su fin.
Se considera que el área alrededor de los anillos era una extensión en cuanto a función del área construida, acá también se pueden identificar tres áreas de carácter particular:
    • Circulación interna de la terraza, marcada explícitamente con pasos en piedra que conforman caminos como tal con espacios verdes un poco más altos que lo demarcan.
    • Espacio adicional a la circulación, es el espacio residual que se genera en las terrazas grandes que no es ni edificación ni circulación
    • Áreas de forma específica, son espacios con contornos definidos por cambio de material con formas ovales, semiovales y rectangulares. Se dice que aquí se desarrollaron actividades domésticas específicas.

A nivel urbano se establecieron diferencias entre los caminos con base en tres criterios, su jerarquía, continuidad e implantación topográfica. La continuidad se estableció partiendo de la premisa que el punto de partida siempre debe ser una terraza, para analizar su importancia, es necesario tener en cuenta que recorrido toma hasta llegar a su meta.
Al mirar el conjunto urbano en su totalidad, se evidencia que los caminos que se alejan del eje central conducen a su vez a diferentes agrupaciones de terrazas, las cuales en la medida que se alejan se hacen cada vez mas dispersas, hasta que llega un momento en que nuevamente aumenta su densidad, parece ser que estos espacios verdes también hacían parte de los conjuntos espaciales como áreas de trabajo o aislamiento con picos o quebradas.
Existe una relación de jerarquías sociales demarcadas en terrazas y ejes. Sobresale como eje principal el eje central, en donde se concentran las edificaciones más importantes y habitaron los caciques o mohanes, jefes religiosos y políticos; continuo a él aparecen dos sectores que no presentan un centro, por su ubicación se puede pensar  que dependen de éste. Aparecen después dos ejes secundarios que a pesar de no tener la monumentalidad del eje central son muy elaborados. En los siguientes cuatro sectores aparecen respectivamente cuatro centros menores.
Con este criterio existen tres posibilidades: el ancho y la elaboración, si era una bifurcación o una encrucijada. Con base en los criterios anteriormente señalados se definieron los caminos en cinco grupos:
      1. Eje central (con características únicas)

      1. Caminos de rutas entre el centro (eje central) y la periferia (río Buritaca y otros asentamientos), con un ancho entre 0,80 y 1,20 mts

      1. Caminos de circulación principal a nivel de conglomerados de terrazas o sectores con un ancho entre 0,70 y 0,80 mts

      1. Caminos con recorridos que unen unas terrazas con otras y con otros caminos, con un ancho entre 0,50 y 0,60 mts

      1. Pequeños tramos con recorridos muy específicos, su uso fue de camino alterno, con un ancho menos a 0,50 mts

CIRCULACIONES DE CIUDAD PERDIDA
Asociados al sistema se circulación aparece un sistema de señalización urbana compuesta por una serie de elementos líticos que marcan hitos en la ciudad. Estos hitos poseen características particulares en cuanto a formas o gravados especiales, se les ha denominado “piedras de referencia”. Sirvieron para marcar sitios especiales tales como cruces de caminos o áreas de toma de decisión. Están ubicados en caminos o terrazas.

4.       CONCLUSIONES

El conjunto urbano de Ciudad Perdida es de gran importancia para la construcción de nación ya que hacen parte de la memoria oficial de los colombianos, narrando la forma como la cultura precolombina Tairona, que tuvo su desarrollo en la Sierra Nevada de Santa marta manejó lo construido de forma integral y no se impuso al medio natural, entendiéndolo y logrando un aprovechamiento de las condiciones climáticas y topográficas.

Su particular desarrollo en forma de terrazas (lugar de asentamiento, ceremonial y de almacenamiento) articuladas por caminos y con vacíos verdes empleados para el cultivo alimentado por un sistema de canales y posos que abastecían a este conjunto urbano que puede ser objeto de estudio para tomar de este conocimiento la sabiduría para entender las dinámicas del territorio. Por otro lado, este conjunto urbano habla no solo del manejo de lo construido sino del manejo cosmogónico, ceremonial y político dándonos testimonio de una forma de vida integral.

5.       BIBLIOGRAFÍA

 

Cruz, Vladimiro. Foro Alfa. 05 de Mayo de 2008. http://foroalfa.org/articulos/arquitectura-a-lugar (último acceso: 30 de Agosto de 2011).
Lleras, Roberto. «Biblioteca Virtual Luis Angel Arango.» Biblioteca Virtual Luis Angel Arango. Mayo - Agosto de 1987. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/bolmuseo/1987/bol19/boi6.htm (último acceso: 25 de Agosto de 2011).
Mayr, Juan. La Sierra Nevada de Santa Marta. Bogotá: OP Gráficas, 1985.
Serje de la Ossa, Margarita. «Biblioteca Virtual Luis Angel Arango.» Biblioteca Virtual Luis Angel Arango. Mayo - Agosto de 1987. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/bolmuseo/1987/bol19/boi5.htm (último acceso: 25 de Agosto de 2011).
—. Organización Urbana de la Ciudad Perdida. Bogotá: Cuadernos de Arquitectura, Escala, 1999.


LOS ÁRBOLES DE BOGOTÁ HABLAN DE PATRIMONIO


Los árboles de Bogotá hablan de patrimonio

Sandra Higuera Gómez
 Los árboles han atravesado la vida del ser humano tanto en su dimensión emocional como en su cotidianidad.
La palabra árbol está en la primera cartilla educativa para los niños, es el primer dibujo, se encuentra presente en los juegos, en los cuentos y fábulas, en los relatos de los abuelos. A lo largo de la vida tenemos muchos árboles emblemáticos que pueden hacer parte de nuestro patrimonio y eventualmente volverse patrimonio cultural para una comunidad en tanto tenga una carga simbólica poderosa a nivel colectivo. Son fuente inagotable de beneficios ambientales, de memoria y de historias. Un árbol emblemático es aquel que por sus características físicas, su porte, su especie, su adaptación al paisaje urbano, se ha convertido en insignia del territorio y forma parte de la historia.
La evolución de la vida humana ha estado acompañada siempre por la presencia de árboles, siendo estos proveedores de todo tipo de recursos (alimento, abrigo y energía) que han contribuido en gran medida a mejorar la calidad de vida del hombre, haciendo posible el desarrollo de las civilizaciones.
Históricamente a los árboles se les ha dado un carácter mágico y sagrado. “El árbol está en el centro de todas las civilizaciones como metáfora de origen y espejo de lo que somos, convirtiéndose en el elemento primordial del relato mítico” (Ferro Medina 2010). Son considerados como seres vivos dotados de conexiones con el inframundo (Raíces), con el mundo terrenal (tronco y ramas) y con el mundo elevado (copas). Aún en la actualidad se emplean rituales ligados con lo mágico (baños y rituales). Ha sido el símbolo vivo más potente y fundamental de todas las culturas, ubicado en el centro del mundo ritual, de la teología, el mito y el cosmos.
Los árboles han hecho parte de la cotidianidad y de la identidad individual y colectiva de las personas, familias, barrios, instituciones, entre otros desde siempre. Al observar desde una postura crítica que significan los árboles para Bogotá, se puede evidenciar que efectivamente generan vínculos entre estos y sus habitantes, más aún, han sido protagonistas de hechos que han marcado momentos históricos que se evocan en el presente al momento de apreciarlos. El vínculo de los árboles con los ciudadanos está dado por convivencia cotidiana, afectos, vecindad, apropiación, potencia y arraigo al lugar, conciencia ambiental, memoria, identificación, evocación infantil, familiar y rural, recuerdo, alimento espiritual, presencia física en un espacio de la ciudad.
En la actualidad “Sería impensable la ciudad sin los árboles pero, paradójicamente, su continuidad y presencia permanente, así como nuestro acelerado ritmo urbano, han hecho que los dejemos de ver, que los identifiquemos vagamente y que olvidemos sus innumerables aportes a la vida urbana” Gabriel Pardo García-Peña. Director, Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
Es interesante como se puede leer la historia de Bogotá a través de sus árboles, dando cuenta de la forma de entender la ciudad en cada uno de los diferentes momentos. “Cuando se hable de la historia del hombre, necesariamente se debe mencionar los eternos compañeros de su devenir, la tierra, la flora, la fauna y el paisaje”, cita tomada de la Estación del teleférico, Monserrate – Colombia  (Salgado y Alonso s.f.)
De cierta forma se puede decir que la historia de la ciudad está viva a través los árboles que conforman lugares, construyen barrios y generan vínculos identitarios con sus habitantes.
Los Muiscas, antiguos habitantes de la sabana donde hoy se implanta la ciudad de Bogotá manejaban una visión sagrada y mágica de la naturaleza, siendo el Nogal uno de sus árboles sagrados. Por este carácter sagrado, en 1575 el Nogal fue objeto de persecución y talas masivas, a sangre y fuego, ordenadas por los misioneros llegados con la conquista española que vieron en ellos una fuerte competencia con la religión, esta campaña fue tan agresiva que condujo a convertirlos en una especie amenazada. En los últimos años se ha incentivado su siembra en la ciudad.
Por efectos de la entrada de la colonización y con ella de otra cosmogonía, los árboles fueron perdiendo poco a poco su carácter sagrado para adquirir una resignificación funcional.
En estos tiempos los cerros orientales fueron víctima de una tala intensiva debido en primer lugar a que el bosque era considerado “criadero de pestilencias” y posteriormente porque la madera era la principal materia prima empleada para la construcción de las nuevas viviendas. Esta actividad generó una sangrienta guerra entre españoles y muiscas que contribuyó en gran medida con el exterminio de estos últimos.
Con la llegada de los españoles llegaron también nuevas especies de árboles como el Brevo, el Papayuelo, el Durazno y el Manzano,  de estos se extraían sus frutos para producir dulces y acompañar colaciones. Estos productos hoy día hacen parte de la gastronomía típica de la sabana de Bogotá. Aún se conserva la presencia de estos árboles en los jardines de algunas casas de la ciudad.
La arquitectura colonial, desarrollada en las viviendas de la Bogotá de los siglos XVII y XVIII, estaban organizadas a partir de un patio central, empleado para la siembra de estos árboles frutales, además de arbustos, plantas florales, aromáticas y medicinales. Esta arquitectura, en la que cada casa tenía su propio mini bosque, no se requería de parques urbanos, por tener cada casa su parque particular.
El actual centro histórico, conformado por casas coloniales, el eje ambiental y la Quinta de Bolívar, cuentan con una disposición de árboles que evocan la época colonial. Algunas casas aún conservan en sus patios interiores árboles que hablan del modo de vida y jerarquías de aquel entonces. Por otro lado el eje ambiental simboliza el desaparecido río San Francisco, uno de los límites de la ciudad de este momento de la historia.
En los tiempos post independentistas existía una gran preocupación por parte de los nuevos líderes de reforestar la estéril nación que habían recibido; por tal razón para mediados del siglo XIX se inició una campaña de siembra de árboles en la capital tales como el Pimiento Muelle y la conocida Palma de Cera quindiana hoy árbol nacional, presentes en lo que actualmente se conoce como el parque de la independencia.
El árbol pasa entonces de ser un elemento funcional para hacer parte de un proyecto de nación. En 1883, se construyó el primer parque de la ciudad, en conmemoración de los cien años de nacimiento del Libertador; lugar emblemático que estaba ubicado en la séptima con veintiséis, hasta 1957 cuando lo destruyeron para construir los actuales puentes.
Con esta nueva visión de la ciudad se inició un proceso de reinserción de los árboles al espacio público, hecho que va a tomar fuerza en las siguientes décadas.
En 1893 una nueva especie de árbol llegó a Bogotá, se trataba del eucalipto de la variedad E. Globulus importado desde Nueva York por el presidente Murillo Toro. Fue sembrado por los pobladores de la sabana en sus fincas y en los cerros orientales. Al ser una especie foránea tuvo una implicación ecológica grave en el suelo, debido a que sus raíces lo resecan. Ya para 1890, los antiguos bosques que cubrían los cerros orientales habían desaparecido por completo y conformaron la imagen que hoy conocemos.
Los barrios Chicó, Santa Bárbara, el Retiro, Santa Ana y Usaquén donde antiguamente se ubicaban las haciendas que circundaban la ciudad de Bogotá evidencian en la actualidad el paso de éstos árboles foráneos.
En 1931 se llevó a cabo la inauguración del Parque Nacional, este hecho constituyó un acto sin precedentes en favor del medio ambiente y hoy es memoria de este momento; se protegieron algunas quebradas y se plantaron miles de árboles en sus predios. De aquellos días nos han quedado tres especies exóticas: las Araucarias, los Cipreces y las Yuccas; además, especies nativas como la Palma de Cera, el Caucho Tequendama y el Cedro. En la actualidad es una de las zonas verdes más extensas y recordadas por los habitantes.
Durante esta década se construyeron muchos parques urbanos como protagonistas del espacio público, dentro de los que destacamos, los parques del Brasil, Teusaquíllo y San Luis.
Para las décadas de los 50´s, 60´s y 70´s la ciudad sufrió un acelerado proceso de crecimiento, lo cual motivó la construcción informal de viviendas en las laderas de los cerros orientales, lo cual provocó una nueva deforestación en sectores este lugar.
En 1955 se fundó el Jardín Botánico José Celestino Mutis, lo cual muestra un nuevo interés estatal por consolidar la identidad de los habitantes a través de los árboles emblemáticos. Actualmente es un lugar de pedagogía nacional por excelencia, cuenta con árboles nativos y foráneos que se esparcen por la ciudad. 
Entre los años 60´s y 70´s con la construcción de los Parques Distritales por parte del IDRD se introducen nuevos espacios de recreación a la ciudad que generan un nuevo vínculo de consumo entre los árboles y sus habitantes. Esta iniciativa fue la antesala para la construcción de uno de los proyectos más importantes a nivel urbano que mantenían este concepto recreativo, “el parque Simón Bolívar”, construido en los años 80´s en conmemoración al bicentenario del nacimiento del libertador. El parque cuenta con más de 70.000 árboles sembrados. Ofrece paisajes diversos y heterogéneos conformados por: alamedas, setos vivos, variados relieves de colinas, terrazas y zonas planas.
Es a partir de esta época y hasta hoy que los árboles han tomado un carácter paisajístico y ordenador a nivel urbano tomando una gran importancia para la ciudad.
Los  árboles imprimen carácter a los diferentes lugares dentro de la ciudad, se puede decir que “le imprimen personalidad”. Hoy no se pueden pensar los espacios públicos o abiertos de Bogotá sin la presencia de sus árboles, ellos están presentes de forma silenciosa y casi imperceptible, pero muchas veces dan cuenta de eventos importantes ocurridos en cada lugar.
 Por todo lo anterior, al pensar en los árboles que constituyen la ciudad de Bogotá  y los vínculos que existen con sus habitantes se debe pensar en un conjunto de seres vivos que hablan de un patrimonio cultural igualmente vivo y vigente en la actualidad.

BIBLIOGRAFÍA
  
Alcaldía Mayor de Bogotá. Memorias del Foro arborización urbana Bogotá D.C. Bogotá D.C.: Comunicaciones gráficas Leyva, 2000.
Ferro Medina, Germán. Árboles Ciudadanos: En la memoria y en el paisaje cultural de Bogotá. Bogotá D. C.: Impresión Linotipia Bolivar S. en C, 2010.
Molina, Luis Fernando. «Biblioteca Virtual Luis Angel arango.» Biblioteca Virtual Luis Angel arango. 1995. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/faunayflora/arboles/indice.htm (último acceso: 25 de Agosto de 2011).